Los mecanismos del temor y cómo superarlos

Los mecanismos del temor y cómo superarlos

La vida, muy a menudo nos lanza elementos que nos atemorizan. El temor es una sensación que nos congela, que nos debilita.

¿Quién no ha sentido esa sensación de inseguridad y riesgo al mismo tiempo?

Puede que ser que la oscuridad sea tu punto de Aquiles, que le tengas fobia a algún insecto, que en el caso de tu futuro sea incierto provoque desveladas en la mitad de la noche. Hay tantas posibilidades como hay personas.

Lo importante es darse cuenta que a pesar de que el temor empiece a actuar en tus entrañas, eso no significa que no puedas hacer algo al respecto.

Con temor igual puedes avanzar.

Alguna vez Eleonor Roosevelt dijo: “Has algo que te atemorice todos los días”. Y la verdad, es que la reflexión es brillante en varios sentidos.

Por un lado, no puedes escapar a las circunstancias externas que la vida te lanza, usualmente cuando menos te lo esperas. Entonces ¿por qué no prepararse antes de que ocurra? Está claro que uno no puede dejar de asustarse, por ejemplo si inesperadamente un perro te ladra de la nada. Ése susto es instintivo, necesario y que de alguna manera te protege. Pero el sentir que tu futuro está en riesgo, está a un nivel más mental adquirido, toda la idea del futuro, lo que podría ser, lo que podría ocurrir. Éste tipo de temor puede estar en nuestro control al comprender sus mecanismo.

¿Cómo así? ¿Puedo controlar el temor?

Para fines explicativos aquí tal vez es bueno separar términos como miedo y temor.

Miedo sería reaccionar ante un estímulo sorpresivo, externo, que tiene una repercusión natural, primitiva, del instinto.

Y temor por otro lado, funciona sobretodo y se inicia en la mente, según nuestras experiencias de vida, cultura, proyecciones y demás.

Uno ve a los niños jugando en la plaza, libremente, tal vez si siquiera imaginar que les depara el futuro. Van del columpio, al  resbalín, sin detenerse al subi y baja, incesantemente, fluyendo en el momento. Tal vez hay un tropezón por aquí por acá. Una de esas caídas duele, deja una marca que a veces nos impide seguir y otras se veces simplemente se limpia y se sigue jugando.

Aprendemos al pasar por la experiencia a tener más precaución para la próxima vez. El error de hecho, es una herramienta que nos enseña. Recordamos el hecho, lo proyectamos por lo que provocó en nosotros y tal vez queramos evitar por completo la situación para que no vuelva a ocurrir.

En realidad, lo importante es cómo afrontamos las situaciones, tomaremos el riesgo para próxima ¿o nos reservaremos evitándonos jugar? Ninguna de las dos es mejor opción que otra, son sólo caminos.

Pero si eso lo trasladamos al miedo a otras situaciones de adultos, por ejemplo el temor a perder el trabajo, al ser que uno quiere, a lo que el futuro me depara, pensando “¿Qué será de mí?”.

Está claro que no es lo mismo.

Esto de hecho se está estudiando en computadoras hace varias décadas, en donde los ingenieros les están incorporando más información parecida a los pensamientos al computador, que potencialmente puede llegar también a temer.

Y para nosotros seres humanos, pareciera ser que le temor al futuro, es más inhabilitante que el temor a caerse de verdad. Caemos en una trampa psicológica, porque lo que pensamos sobre nosotros mismos, supera lo que sentimos sobre nosotros mismos.

Hay estudios que identifican que lo que pensamos y sentimos, se ubican en ciertas partes definidas en el cerebro, en partes distintas. No necesariamente separadas.

El sentir nos conecta con las acciones del momento, el pensar con la proyección del conocimiento, y el aprender a saber a cuál recurrir requiere de reflexión diaria, momento a momento, experiencia a experiencia.  Ése es el primer paso a tener una posibilidad de entenderlo en su totalidad y si es posible, superarlo.

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